La historia del primer
vendedor de perros calientes de esta zona capitalina se remonta a 1952, cuando
Filippo Saglimbeni llega a tierras venezolanas luego de huir en barco de la
Segunda Guerra Mundial. Como muchos extranjeros que arribaron en esa época,
sólo traía consigo las ganas de trabajar y de formar un futuro prospero en esta
nación. Por medio de un crédito logra montar lo
que hasta hoy es su puesto de perros calientes.
En ese entonces la Plaza
Francia de Altamira era un espacio donde la gente acostumbraba pasear a sus mascotas,
siendo estos los primeros clientes del puesto de comida. Según anécdotas
reseñadas de Filippo estas personas sólo compraban el perro caliente para botar
el pan y darle la salchicha a sus mascotas.
Dentro de las
tradiciones que impuso en la comida rápida, se encuentra el sólo servir jugos naturales, ya que si
le daba bebidas gaseosas a sus clientes se llenarían de gases y no comerían más
que un solo perro, esta estrategia de mercadeo aunque simple, hizo que su jugo
de piña trascendiera a lo largo de su historia como perrero y se convirtiera en
una característica de su puesto.
Años más tarde
incursionó en el mercado de las hamburguesas, a las que llamaba albóndigas
con pan.
Filippo además de cuidar
la salud de sus clientes con los jugos naturales, se interesó por darle un
toque artesanal a sus productos, las
albóndigas de carne eran hechas por su esposa y el pan era mandado a hornear
con una receta especial.
A través de los años
contó una gran diversidad de clientes, entre ellos se destaca Irene Saenz,
quien desde pequeña disfrutaba de un perro caliente acompañado de su jugo de
piña, también los familiares de Raúl Leoní visitaron el lugar, entre otras
personalidades.
La dedicación de Filippo
por su carrito era tal que, vendiera
o no, siempre estaba ahí presente, si los vecinos no lo veían un día en
el carrito, al día siguiente lo buscaban y le preguntaban: ¿Por qué no había
ido?.
El perrero italiano
nunca rotuló su carrito con su nombre, únicamente pegó una calcomanía de la
cara de un perro que hacía referencia a la leyenda urbana un perro para
tu perrito.
Filippo falleció el 18 de abril de 2014,
un Viernes Santo, su dedicación y
esfuerzo se vieron reflejadas en las miles de manifestaciones que sus clientes
hicieron a través de las diferentes redes sociales, con 88 años dejó su estado
físico para partir a un lugar mejor, dejando su legado a sus descendientes,
tradición familiar que no ha cesado.
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