sábado, 22 de abril de 2017

¡Filippo dame un perro con todo! …Filippo Saglimbeni



La historia del primer vendedor de perros calientes de esta zona capitalina se remonta a 1952, cuando Filippo Saglimbeni llega a tierras venezolanas luego de huir en barco de la Segunda Guerra Mundial. Como muchos extranjeros que arribaron en esa época, sólo traía consigo las ganas de trabajar y de formar un futuro prospero en esta nación. Por medio de un crédito logra montar lo que hasta hoy es su puesto de perros calientes.

En ese entonces la Plaza Francia de Altamira era un espacio donde la gente acostumbraba pasear a sus mascotas, siendo estos los primeros clientes del puesto de comida. Según anécdotas reseñadas de Filippo estas personas sólo compraban el perro caliente para botar el pan y darle la salchicha a sus mascotas.

Dentro de las tradiciones que impuso en la comida rápida, se encuentra el sólo servir jugos naturales, ya que si le daba bebidas gaseosas a sus clientes se llenarían de gases y no comerían más que un solo perro, esta estrategia de mercadeo aunque simple, hizo que su jugo de piña trascendiera a lo largo de su historia como perrero y se convirtiera en una característica de su puesto.
Años más tarde incursionó en el mercado de las hamburguesas, a las que llamaba albóndigas con pan.

Filippo además de cuidar la salud de sus clientes con los jugos naturales, se interesó por darle un toque artesanal a sus productos, las albóndigas de carne eran hechas por su esposa y el pan era mandado a hornear con una receta especial.

A través de los años contó una gran diversidad de clientes, entre ellos se destaca Irene Saenz, quien desde pequeña disfrutaba de un perro caliente acompañado de su jugo de piña, también los familiares de Raúl Leoní visitaron el lugar, entre otras personalidades.

La dedicación de Filippo por su carrito era tal que, vendiera o no, siempre estaba ahí presente, si los vecinos no lo veían un día en el carrito, al día siguiente lo buscaban y le preguntaban: ¿Por qué no había ido?.

El perrero italiano nunca rotuló su carrito con su nombre, únicamente pegó una calcomanía de la cara de un perro que hacía referencia a la leyenda urbana un perro para tu perrito.


Filippo falleció el 18 de abril de 2014, un Viernes Santo, su dedicación y esfuerzo se vieron reflejadas en las miles de manifestaciones que sus clientes hicieron a través de las diferentes redes sociales, con 88 años dejó su estado físico para partir a un lugar mejor, dejando su legado a sus descendientes, tradición familiar que no ha cesado.

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