Fallece el 17 de diciembre pasadas la una de la tarde. A las 4 de la tarde en presencia de
los señores Generales Montilla y José Laurencio Silva, habiéndose hecho la
inspección del cadáver en una de las salas de la habitación de San Pedro,
ofreció los caracteres siguientes: HABITUD DEL CUERPO. Cadáver a los dos
tercios de marasmo, descoloramiento universal, tumefacción en la región del
sacro, músculos muy poco descoloridos, consistencia natural.
CABEZA Los vasos
de la aracnoides en su mitad posterior ligeramente inyectados, las
desigualdades y circunvoluciones del cerebro recubiertas por una materia
pardusca de consistencia y transparencia gelatinosa, un poco serosa semi roja
bajo la dura-mater: el resto del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su
sustancia ningún patológico.
PECHO. De los dos lados posterior y superior,
estaban adheridas las pleuras costales por producción semimembranosas:
endurecimiento en los dos tercios superiores de cada pulmón; el derecho casi
desorganizado presentó un manantial abierto de color de las heces del vino,
jaspeado de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy blandos; el
izquierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la misma afección tuberculosa, dividiéndolo
con el escalpelo, se descubrió una concentración calcárea y regularmente
angulosa del tamaño de una pequeña avellana. Abierto el resto de los pulmones
con el instrumento, derramó un moco pardusco que por la presión se hizo
espumoso. El corazón no ofreció nada particular, aunque bañado en un líquido
ligeramente verdoso contenido en el pericardio.
ABDOMEN. El estómago dilatado
por un licor amarillento de que estaban fuertemente impregnadas sus paredes, no
presentó sin embargo ninguna lesión ni flogosis: los intestinos delgados
estaban ligeramente meteorizados: la vejiga, enteramente vacía y pegada bajo el
pubis, no ofreció ningún carácter patológico.
El hígado, de un volumen
considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa; la vejiga de
la hiel muy extendida; las glándulas mesentéricas obstruidas; el vaso y los
riñones en buen estado. Las vísceras del abdomen en general no sufrían lesiones
graves. Según este examen, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha
muerto S. E. el Libertador era en su principio un catarro pulmonar, que
habiendo sido descuidado, pasó al estado crónico…Si se atiende a la rapidez, la
enfermedad en su marcha, y a los signos patológicos observados sobre el órgano
de la respiración, naturalmente es de creerse que las causas naturales
influyeron en los procesos de esta afección. No hay duda que agentes físicos
ocasionaron primitivamente el catarro del pulmón, tanto más cuando que la
constitución individual favorecía el desarrollo de esta enfermedad, que la
falta de cuidado la hizo más grave; que el viaje por mar, que emprendió el
Libertador con el fin de mejorar su salud, le condujo al contrario a un estado
de consunción deplorable….
Debe observarse que el Libertador, cuando el mal
estaba en su principio, se mostró muy indiferente a su estado de salud, y se
denegó a admitir los cuidados de un médico: él mismo lo ha confesado que sus
enemigos le hartaban de disgustos, y que estaba más expuesto a los ultrajes de
aquellos a que sus beneficios habían hecho ingratos… Entonces pidió con ansia
los socorros de la medicina. Pero ¡ah! ¡Ya no era tiempo! El sepulcro estaba
abierto aguardando la ilustre víctima, y hubiera sido necesario haber un
milagro para impedirle descender a él.
San Pedro,
Diciembre 17 de 1830 a las ocho de la noche. Alejandro Próspero Reverend.
Es copia: J. A.
Cepeda, secretario
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