sábado, 3 de junio de 2017

"Intento de magnicidio contra el Presidente Romulo Betancourt"

El 24 de junio de 1960, poco después de las nueve de la mañana, camino de los actos militares previstos para celebrar el Día del Ejército, en el Paseo Los Próceres, el presidente Rómulo Betancourt fue objeto de un atentado con explosivos. Apenas veinticuatro horas más tarde, adolorido y convaleciente (las heridas recibidas le afectaron la vista del ojo derecho, lo dejaron parcialmente sordo y con quemaduras en ambas manos y en el rostro), Betancourt denunció a los responsables del frustrado magnicidio.



“No me cabe la menor duda de que en el atentado de ayer tiene metida su mano ensangrentada la dictadura dominicana. Las sospechas sobre la autoría intelectual del magnicidio frustrado fueron inmediatas. No era esa la primera ocasión en que Rafael Leonidas Trujillo atentaba contra el líder venezolano. En el ejercicio de la presidencia de la Junta Revolucionaria de Gobierno (1945-1948), Betancourt expresó la necesidad de liberar a República Dominicana de una dictadura (la más cruel y sanguinaria de América) iniciada en 1930. 

Desde entonces, amén de considerarlo una amenaza contra su régimen por su política de democratización del continente, Trujillo le profesaba a Betancourt un odio visceral.


                    


“En la avenida de Los Próceres, a las nueve y veinte de la mañana, estalló una poderosa explosión, que lanzó el automóvil nuestro fuera de la vía y lo convirtió en una masa de hierro y fuego. Pereció allí mismo, alcanzado directamente por el cono de la explosión, el valeroso y bueno Ramón Armas Pérez, ascendido post mórtem a general de brigada. Murió también el estudiante Juan Eduardo Rodríguez, transeúnte ocasional. 


                          


El chofer Azael Valero fue despedido del vehículo y cayó sobre el pavimento, pira ardiendo. Y por entre la cortina de fuego que nos rodeaba y nos lamía, alcanzamos a escapar con vida el Ministro de la Defensa (Josué López Henríquez), su esposa y yo, los tres con quemaduras generalizadas de primero y segundo grado. Se había hecho estallar una poderosa carga de dinamita y gelatina inflamable colocada en un vehículo que se situó paralelo a una intersección de la avenida por donde debíamos pasar.

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